La Definición del Propósito en el Propositivismo

En la filosofía propositivista, el concepto de propósito no es una definición rígida ni universal, impuesta desde arriba por autoridades externas o tradiciones inamovibles. Por el contrario, es un concepto dinámico, profundamente individual y simultáneamente colectivo. Esta paradoja aparente es justamente lo que hace del propositivismo una propuesta filosófica poderosa y radicalmente transformadora.

En primer lugar, desde la perspectiva propositivista, propósito significa la posibilidad real y material de perseguir lo que cada individuo o colectivo considera significativo y valioso. No es únicamente una cuestión abstracta de autorrealización personal; tampoco es una simple búsqueda de éxito profesional o económico. El propósito, bajo esta óptica, reside en la capacidad auténtica y tangible que tienen las personas para decidir libremente qué les mueve, qué desean construir, y cómo contribuir a la sociedad desde su particular contexto.

Esta visión individual-colectiva del propósito tiene implicaciones profundas para cómo concebimos la sociedad. El propositivismo no se detiene en el nivel individualista del sentido personal. Reconoce que cualquier búsqueda personal cobra fuerza y relevancia cuando se conecta con otros significados en redes más amplias de colaboración, transformación y creación colectiva. Desde esta perspectiva, el propósito auténtico trasciende al individuo y adquiere dimensiones sistémicas cuando las personas encuentran puntos en común y trabajan unidas para resolver problemas reales y significativos.

Así, una sociedad propositivista no buscaría imponer una dirección uniforme ni dirigir desde una élite ilustrada qué objetivos son más valiosos que otros. Su verdadera aspiración es crear condiciones materiales, sociales, culturales y educativas que faciliten el descubrimiento personal y colectivo del significado profundo de la vida. Por ejemplo, asegurar acceso equitativo a la educación creativa, espacios comunitarios para el diálogo auténtico y sistemas económicos que premien la cooperación más que la competencia.

Esto implica también aceptar una verdad incómoda pero necesaria: la definición misma del propósito siempre estará en constante evolución y tensión. No existe una definición estática válida para todos los tiempos y lugares. Precisamente porque las sociedades, culturas y personas evolucionan constantemente, la búsqueda de sentido siempre será dinámica y fluida. Es justamente en esta ambigüedad inherente donde reside el poder transformador del propositivismo. Al aceptar que no podemos tener una definición cerrada y definitiva, estamos permanentemente obligados a replantearnos nuestras prioridades, cuestionar nuestras estructuras y reinventarnos colectivamente.

El propósito, entonces, es simultáneamente brújula y horizonte, mapa y territorio, motor y destino. Es la pregunta radical que guía cada acción propositivista. Su objetivo no es encontrar respuestas cómodas o universales, sino mantener viva la reflexión, la acción transformadora y la evolución consciente.

Finalmente, la definición del propósito en el propositivismo se convierte en una invitación abierta y permanente a preguntarnos: ¿qué tipo de sociedad debemos construir para que cada ser humano pueda descubrir, cultivar y ejercer plenamente aquello que considera más significativo? Es en la búsqueda constante de respuestas a esta pregunta—más que en las respuestas mismas—donde reside la esencia revolucionaria y profundamente humana del propositivismo.

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