¿Y si la verdadera red social fuera el INE?

Reimaginando la democracia digital desde la ciudadanía

Por Tantuyo Tecnología Social A.C.


Vivimos conectados, pero no comunicados. Participamos en redes, pero no en comunidad. Y mientras el ruido digital crece, la voz ciudadana se diluye.

Seamos honestos: Twitter en México es un desastre hermoso. Solo 18 millones de mexicanos lo usamos, y hasta el 70% de lo que vemos ahí podrían ser bots. Lo usamos para gritar sobre política, para indignarnos, para «hacer tendencia» temas urgentes. Pero al final del día, ¿cuánto de eso construye algo real?

Mientras tanto, nuestro voto —ese poder que ejercemos cada ciertos años— se siente cada vez más desconectado de las conversaciones diarias. Votamos un domingo y luego pasamos años viendo cómo las decisiones se toman lejos de nosotros, en espacios donde nuestra voz no llega.

¿Y si estamos pensando todo al revés?

No es que las redes estén rotas. Es que aún no tenemos infraestructura para la ciudadanía digital.

La democracia del siglo XXI necesita sus propias redes.

Piénsalo así: tenemos aplicaciones para todo. Para pedir comida, para ligar, para ver videos de gatitos, para comprar cosas que no necesitamos. Pero no tenemos una manera confiable, segura y verificada de participar como ciudadanos en el espacio digital.

No existe una forma de decir: «Yo soy una persona real, vivo en esta colonia, me preocupa este problema, y esto es lo que propongo» sin que te confundan con un bot, un troll pagado, o una cuenta falsa.

Las empresas tecnológicas no van a resolver esto. No es su negocio. Su negocio es mantenerte scrolleando, indignado, reactivo. Les conviene el caos, la viralidad, la polarización.

Entonces, ¿quién debería hacerlo?

La propuesta: El INE como llave, no como red social

Imagina esto:

El Instituto Nacional Electoral —la institución que ya certifica tu identidad para votar— te ofrece algo nuevo: un «sello digital ciudadano». Una credencial digital, verificada con blockchain, que certifica tres cosas:

  1. Eres una persona real (no un bot)
  2. Eres ciudadano mexicano (o residente con derechos específicos)
  3. Vives donde dices que vives (tu municipio, tu estado, tu colonia)

Pero aquí está lo importante: el INE no crea la red social. El INE solo es la llave. La certificación.

El SAT no emite facturas; valida que sean legítimas. El INE no necesita crear la red; basta con que valide la legitimidad de quien participa.

Como cuando haces una factura electrónica: hay cientos de empresas (los PACs) que operan la tecnología, compiten, innovan. El SAT solo establece el estándar.

Ahora aplica eso a la participación ciudadana.

Así se vería una democracia digital mexicana

El INE establece el protocolo. Define los estándares de seguridad, privacidad y verificación. Pero no construye las plataformas.

Eso lo hacen organizaciones civiles, cooperativas tecnológicas, startups sociales, e incluso empresas. Todas compiten por crear los mejores espacios de participación ciudadana. Todas integran el sello del INE.

Podrían surgir aplicaciones como:

  • Ágora.mx: Una red donde puedes debatir políticas públicas, y cada comentario está firmado digitalmente por un ciudadano verificado (pero anónimo si lo prefieres)
  • MiColonia.app: Una plataforma hiperlocal donde propones mejoras para tu calle, tu parque, tu escuela. Certificas que vives ahí. Tu voz cuenta porque tienes stake en el lugar.
  • VotoInformado.mx: Un espacio donde puedes marcar «esto me ha pasado», «empatizo con esto», «esto no es verdadero, aquí están mis fuentes». No más corazones y likes. Botones que construyen consensos y evidencia colectiva.

Y aquí está la magia: estas plataformas no compiten con TikTok o Instagram en entretenimiento. Crean una nueva categoría: redes cívicas. Espacios donde tu identidad verificada te da peso, donde el diálogo no se mide en viralidad sino en legitimidad.

En lugar de «followers» y «likes», habría «argumentos» y «acuerdos». En lugar de ruido, conversación. En lugar de bots, ciudadanos.

Pero, ¿y los menores de edad? ¿Y los extranjeros?

Menores de 18 años: Voz, pero no voto.
Participan en conversaciones verificadas. Aprenden a argumentar, a proponer, a escuchar. Se forman como ciudadanos antes de poder votar. Y los adultos finalmente podemos escuchar qué les preocupa del futuro que van a heredar.

Residentes extranjeros: Voz consultiva.
Si vives en México, contribuyes, conoces el país (quizá con un examen cívico), puedes tener voz en el debate. No decides el voto final, pero enriqueces la conversación. Reconocemos que muchos extranjeros tienen un stake legítimo en el país.

Ciudadanos mexicanos: Voz + voto.
Tus opiniones están certificadas a nivel nacional, estatal, municipal, incluso de colonia. Tu participación cuenta donde pisas, donde aportas, donde vives.

¿Por qué esto no es una locura autoritaria?

Es justo preguntarse: ¿no es peligroso que el Estado controle esto?

No, si se hace bien.

El INE no controla qué dices, ni en qué plataforma lo dices. Solo certifica quién eres. Es como tu credencial para votar: no te dice por quién votar, solo te permite hacerlo.

La tecnología puede ser operada por terceros (como los PACs). El código puede ser abierto. El diseño puede incluir anonimato verificable (blockchain permite esto: «esta es una persona real» sin revelar quién es).

Y la alternativa es peor: dejar que Google, Apple, Meta, Twitter/X decidan quién tiene voz y quién no. Al menos el INE responde a la ley mexicana, no a accionistas californianos.

No se trata de obligar a Twitter. Se trata de crear algo mejor.

¿Twitter, Meta, TikTok van a integrar el sello INE? Quizá. Quizá no.

Pero no necesitamos convencerlos. Necesitamos construir la alternativa.

Si hay claridad jurídica, si el INE ofrece un API gratuito de verificación, si las organizaciones sociales tienen apoyo para innovar… surgirán plataformas nuevas. Plataformas que no compiten en adictividad, sino en utilidad cívica.

Y cuando haya un lugar donde puedas proponer un presupuesto participativo para tu colonia, certificar que vives ahí, y ver cómo se ejecuta… cuando haya un espacio donde tu voto informado valga más que mil bots gritando… ahí es donde la gente va a querer estar.

El futuro que podríamos construir

Imagina un México donde:

  • A los 15 años empiezas a participar en diálogos ciudadanos verificados. Aprendes a argumentar, a escuchar, a proponer. Llegas a los 18 sabiendo exactamente cómo funciona tu poder de voto.
  • Tu colonia tiene voz digital. No necesitas esperar a que un político visite tu zona. Certificas que vives ahí, propones, debaten, construyen consenso. El municipio puede ver —con datos verificables— qué pide la gente.
  • El debate público se mide en legitimidad, no en viralidad. Ya no gana el que grita más fuerte o tiene más bots. Gana el que presenta mejores argumentos, evidencia, empatía.
  • Las decisiones políticas están conectadas con la conversación ciudadana. No votas y desapareces por años. Participas continuamente. Tu sello ciudadano te da acceso a consultas, foros, propuestas. La democracia no es un evento, es un proceso.

Esto no es ciencia ficción. La tecnología ya existe. El blockchain ya funciona. El INE ya tiene tu identidad certificada. Los PACs ya operan infraestructura crítica para el SAT.

Solo falta voluntad política, claridad jurídica y que organizaciones como Tantuyo empujemos esta conversación.

Por dónde empezar

No necesitamos lanzar esto en todo el país de golpe.

Podríamos empezar con:

  1. Un municipio piloto. Probar el modelo en una ciudad mediana. Ver qué funciona, qué falla.
  2. Una consulta ciudadana sobre el propio modelo. ¿Qué mejor tema para probar la participación verificada que diseñar la participación verificada?
  3. Marcos jurídicos claros. Definir qué puede y no puede hacer el INE, cómo se protege la privacidad, cómo se audita el sistema.
  4. Alianzas con organizaciones civiles y cooperativas tech. No necesitamos unicornios venture capital. Necesitamos organizaciones que entiendan que la tecnología puede servir al bien común.

Las redes sociales nos convirtieron en usuarios. La democracia digital puede devolvernos la ciudadanía.

Las redes sociales actuales nos tratan como productos. Nuestros datos, nuestra atención, nuestra indignación… todo se vende.

Pero nuestra ciudadanía no debería estar en venta.

Necesitamos infraestructura pública digital que nos trate como lo que somos: personas con derecho a participar, a proponer, a ser escuchadas. No usuarios. No métricas. Ciudadanos.

El INE ya valida nuestro voto cada seis años.

¿Por qué no podría validar nuestra voz todos los días?


Este artículo es una invitación al diálogo. Si eres desarrollador, organizador comunitario, legislador, académico, o simplemente alguien que cree que podemos construir una democracia digital mejor… hablemos.

Porque el futuro no se predice. Se construye. Y México merece construir uno donde cada voz verificada cuente.


Tantuyo Tecnología Social A.C. trabaja en la intersección de tecnología, participación ciudadana y transformación social. Creemos que la tecnología debe servir al bien común, no al lucro de unos pocos. Y que la democracia del siglo XXI necesita herramientas del siglo XXI.

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