Un llamado a la transformación desde la sociedad civil
El Privilegio Invisible de la Transformación
Mexicanos, compatriotas, hermanos de esta tierra milenaria: existe un privilegio que llevamos en silencio, uno que hemos olvidado nombrar y del cual apenas somos conscientes. No es el privilegio de la riqueza material ni del abolengo familiar. Es algo mucho más poderoso y transformador: el privilegio de haber nacido en una nación que, pese a sus heridas, conserva intacta la capacidad de reinventarse.
México no es solo territorio; es posibilidad. No somos únicamente herederos de una historia gloriosa y dolorosa, sino arquitectos potenciales de un futuro que aún no ha sido escrito. Y en este momento crucial de nuestra existencia como nación, cuando el barco parece dirigirse hacia el abismo, tenemos el privilegio extraordinario de poder cambiar el rumbo.
Reconocer la necesidad del cambio duele, pero es un dolor necesario. Cuando uno está al borde del precipicio, replantearse la dirección no es solo sabio: es un acto de supervivencia. Es mejor que duela el cambio y nos salve, que continuar hacia el abismo por temor a la incomodidad del viraje.
La Democracia Secuestrada: Cuando los Medios se Vuelven Fines
Hemos permitido que nuestra democracia sea secuestrada por una paradoja fundamental: los partidos políticos, que deberían ser meros vehículos para organizar ideas y canalizar la voluntad popular, se han convertido en los dueños del poder mismo. Es como si las ambulancias decidieran a quién salvar según sus propios intereses, en lugar de servir a todos los enfermos por igual.
Los partidos políticos, en su concepción original, son necesarios. Representan diferentes formas de organización social, distintas visiones de país, diversas maneras de entender el bien común. Son, o deberían ser, como asociaciones civiles especializadas en la gestión de lo público. Pero lo que tenemos hoy es otra cosa: empresas políticas que compiten no por servir mejor al país, sino por perpetuarse en el poder.
Esta distorsión ha creado un sistema perverso donde los capitanes del barco nacional no son elegidos por su capacidad de liderazgo, sino por su habilidad para navegar las aguas turbias de los intereses partidistas. Es como si preguntáramos a los empleados de una empresa si les gustaría que su CEO fuera elegido exclusivamente de otra empresa, sin haber demostrado jamás su capacidad real de liderazgo. La respuesta sería obvia: eso no tiene sentido.
En el mundo empresarial, los mejores CEOs no necesariamente ascienden desde abajo, pero sí demuestran algo fundamental: la capacidad de ejercer liderazgo auténtico. Aceptan a su equipo por lo que es, reconocen fortalezas y debilidades, pero sobre todo, proporcionan una dirección clara hacia objetivos compartidos.
El Presidente que México Necesita: Liderazgo sin Ataduras
México necesita un presidente que no sea CEO de una empresa política, sino un líder auténtico de la nación. Un presidente que no tema criticar al equipo de «asociaciones civiles» que son los partidos políticos, que pueda poner bajo la lupa a las instituciones sin temor a represalias internas, que tenga el valor moral de exponer los crímenes más crueles y las impunidades más grandes.
Necesitamos un presidente que sea la voz amplificada de los mexicanos que menos voz tienen, que pueda señalar sin vacilación hacia lo más oscuro de nuestro país, no para condenarlo eternamente, sino para iniciar el proceso de lavar nuestras telas más sucias. Un líder que tenga la fe inquebrantable de que México sí puede ser una nación del cambio verdadero.
Este presidente no puede emerger del sistema actual. No puede venir de los partidos que han demostrado, una y otra vez, que su lealtad primera es hacia sus propios intereses. Debe surgir de la sociedad civil, de esa ciudadanía organizada que comprende que la democracia no es un espectáculo que se observa desde las gradas, sino un deporte de contacto en el que todos debemos participar.
El Poder de la Identidad Nacional: Socios de un Destino Compartido
Ser mexicano es ser socio involuntario de algo que nos fue heredado por fuerzas superiores a nosotros mismos. No todos tuvimos la fortuna de elegir esta nacionalidad, pero todos tenemos el privilegio de moldearla. Somos herederos de una casa que puede estar deteriorada, pero que conserva huesos sólidos y un potencial arquitectónico extraordinario.
Esta herencia nos da propósito. Nos convoca a retomar lo que es nuestro por derecho: la capacidad de darle dirección a nuestra nación. No somos espectadores pasivos de la historia; somos sus protagonistas potenciales. Y como todo socio responsable, tenemos el deber de exigir cuentas, de participar en las decisiones fundamentales, de elegir a quienes nos representan basándonos en criterios de competencia y integridad, no de lealtad partidista.
La democracia mexicana tiene una fortaleza constitucional que hemos subutilizado: desde 2014, cualquier ciudadano puede aspirar a la presidencia sin necesidad de pertenecer a un partido político. Esta no es una curiosidad legal; es una puerta abierta hacia la transformación democrática que el país necesita.
La Revolución Silenciosa: Organizaciones Civiles como Semilleros de Liderazgo
El cambio verdadero no vendrá de arriba hacia abajo, sino desde las bases organizadas de la sociedad civil. Necesitamos organizaciones civiles que sean faros de congruencia, que ejemplifiquen con hechos lo que predican con palabras. Estas organizaciones deben convertirse en los semilleros naturales de donde emerjan los candidatos independientes que México requiere.
Ya tenemos ejemplos tangibles de esta posibilidad. Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad demostró que la sociedad civil organizada puede influir en la agenda nacional, forzar investigaciones y crear sistemas de transparencia que las instituciones oficiales habían evitado. Wikipolítica, por su parte, logró algo extraordinario: ayudar a que Pedro Kumamoto llegara al Congreso de Jalisco como candidato independiente en 2015. Aunque el proyecto personal de Kumamoto posteriormente decepcionó a muchos, su elección demostró que era posible romper el monopolio partidista. Fue el primero de muchos experimentos democráticos que necesitamos para el cambio.
A nivel internacional, Barcelona en Comú en España ofrece un ejemplo inspirador de cómo movimientos ciudadanos pueden tomar gobiernos locales completos, implementando políticas participativas y transparentes que han transformado la gestión urbana. Estos precedentes demuestran que la democracia participativa no es una utopía, sino una posibilidad concreta.
Cuando una asociación civil demuestra transparencia en su gestión, eficacia en sus resultados y congruencia entre su discurso y sus acciones, está realizando una «prueba de concepto» del liderazgo que necesita el país. Estas organizaciones tienen el poder de establecer estándares tan altos que obligan a las instituciones existentes a mejorar o quedar evidenciadas en su mediocridad.
El proyecto Tantuyo representa precisamente esta visión: una organización que, sin garantías de éxito pero con la certeza de que vale la pena intentarlo, busca demostrar que los ciudadanos organizados pueden ser más eficaces que las instituciones tradicionales en la solución de problemas concretos.
El Desafío de la Participación: ¿Estamos Listos?
La pregunta fundamental no es si México necesita candidatos independientes, sino si la ciudadanía mexicana está preparada para el nivel de participación política que esto requiere. Un candidato independiente enfrenta obstáculos estructurales significativos: la falta de acceso equitativo a recursos económicos, el limitado espacio en medios tradicionales de comunicación, y barreras legales excesivas para obtener el registro que favorecen a los partidos establecidos.
Sin embargo, estos desafíos también abren oportunidades para innovar en la participación democrática. Las plataformas digitales ciudadanas pueden revolucionar la recaudación de fondos, permitiendo que miles de pequeñas contribuciones compitan con los grandes capitales partidistas. Las redes sociales ofrecen canales de comunicación directa que pueden superar el filtro de los medios tradicionales. Y la presión ciudadana organizada puede impulsar reformas legales que democraticen verdaderamente el acceso a candidaturas independientes.
La fuerza de un candidato independiente debe venir de la organización ciudadana, de la movilización social, del compromiso genuino de miles de mexicanos dispuestos a participar activamente en el proceso democrático. Esto significa que cada votante debe convertirse en un activista, cada ciudadano en un promotor de la democracia participativa.
Tal vez esta exigencia de mayor participación ciudadana es precisamente lo que México necesita para madurar como democracia. El contexto actual mexicano muestra señales contradictorias pero esperanzadoras: aunque vivimos una época de creciente polarización política y desconfianza institucional, también hemos visto niveles extraordinarios de participación ciudadana en movimientos sociales recientes, desde las marchas en defensa del INE hasta las protestas feministas y las movilizaciones contra las desapariciones forzadas. Esta energía cívica necesita canalizarse hacia la transformación política estructural.
Paradigmas en Crisis y la Construcción del Futuro
México vive una crisis de paradigmas que, paradójicamente, contiene las semillas de su propia transformación. El modelo de democracia partidista ha mostrado sus limitaciones. La corrupción sistémica ha demostrado ser más fuerte que las reformas cosméticas. La desigualdad social ha crecido pese a los discursos de inclusión. Es hora de reconocer que necesitamos un cambio más profundo, más estructural, más valiente.
Este cambio requiere pensamiento crítico masivo y una cultura de resistencia inteligente, que no se conforme con lo mediocre solo porque es familiar. El futuro se construye eligiendo primero un destino cuando vemos que hacia donde vamos no es el lugar que ofrece mayores oportunidades. México está en ese momento de decisión crucial.
La elección de un presidente independiente no es solo un cambio político; es una declaración de independencia de la ciudadanía mexicana. Es decir: «Nosotros, los mexicanos, somos capaces de organizarnos para elegir a nuestros líderes basándonos en criterios de competencia, integridad y visión de país, no en lealtades partidistas o intereses de grupo.»
La Fe en el Cambio: México como Nación de Posibilidades
Esta transformación requiere algo que a veces escasea en nuestro país: fe en nosotros mismos. Fe en que México puede ser diferente, en que los mexicanos somos capaces de organizarnos para el bien común, en que nuestra democracia puede evolucionar hacia formas más participativas y efectivas.
No es una fe ciega, sino una fe basada en evidencia: tenemos ejemplos históricos de lo que pueden lograr los mexicanos cuando se organizan para un propósito común. Tenemos la creatividad, la resistencia y la solidaridad necesarias para construir algo mejor.
Lo que necesitamos ahora es canalizar esas cualidades hacia la transformación política. Necesitamos convertir la indignación en organización, la crítica en propuesta, la esperanza en acción.
El Llamado: La Hora de la Decisión
Mexicanos: este es nuestro momento. No el momento de esperar que otros cambien el país por nosotros, sino el momento de asumir que nosotros somos los agentes del cambio que hemos estado esperando.
Es el momento de construir organizaciones civiles que demuestren que es posible hacer las cosas diferente. Es el momento de preparar el terreno para que candidatos independientes, surgidos de la sociedad civil organizada, puedan competir en igualdad de condiciones con las maquinarias partidistas.
Es el momento de demostrar que la democracia mexicana puede evolucionar, que los ciudadanos mexicanos pueden organizarse para elegir a sus líderes con criterios de excelencia, que México puede convertirse en el país del cambio que siempre ha tenido el potencial de ser.
No tenemos garantías de éxito, pero tenemos algo más valioso: la oportunidad de intentarlo. Y en ese intento, en esa organización ciudadana, en esa participación democrática activa, ya estaremos construyendo el México que queremos heredar a las siguientes generaciones.
El privilegio de transformar a México está en nuestras manos. La pregunta no es si podemos hacerlo, sino si tenemos el valor de intentarlo.
La historia nos observa. Las siguientes generaciones nos juzgarán. Pero sobre todo, nosotros mismos viviremos con las consecuencias de la decisión que tomemos hoy: conformarnos con la mediocridad conocida o atrevernos a construir la excelencia posible.
México espera. México puede. México debe.
El momento es ahora. Los protagonistas somos nosotros.
«El futuro se construye, pero antes de dar el primer paso, tenemos que elegir un destino cuando se ve que a donde vamos no es el que más oportunidades tiene.»
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