“¿Alguna vez imaginaron un mundo donde los algoritmos no nos vendan cosas… sino que nos cuiden?”
Querida humanidad del mañana, te escribo desde un tiempo donde aún votamos por representantes que no siempre nos representan, donde los algoritmos conocen mejor nuestros hábitos de consumo que nuestras necesidades más profundas, donde los datos sirven para vendernos productos pero raramente para garantizar nuestra dignidad.
Te escribo con una visión que puede parecer utópica, pero que creo profundamente posible: un mundo donde la tecnología no solo nos conecta, sino que nos cuida.
Imagino un día —y espero que para cuando leas esto ya sea realidad— donde existirá un censo planetario diferente a todo lo que hemos conocido. No será una fría recolección de datos, sino un mapa viviente de la humanidad. Porque cada persona no es un número: es un pulso, una necesidad, una chispa de propósito.
Este censo no preguntará solo «¿quién eres?» sino «¿estás bien?». No archivará datos para guardarlos en servidores olvidados, sino que activará derechos en tiempo real. Será el momento en que la tecnología deje de predecir nuestro consumo para comenzar a priorizar nuestro bienestar.
Hoy votamos cada cierto tiempo, opinamos en redes sociales y reaccionamos a las decisiones de otros. Pero ¿cuándo fue la última vez que una plataforma realmente nos escuchó? ¿Cuándo nuestras voces se convirtieron en acción transformadora?
Sueño con un mundo donde no solo votemos por representantes, sino donde cocreemos soluciones distribuidas y adaptativas. Donde los gobiernos no se organicen únicamente por partidos políticos, sino por proyectos compartidos que trasciendan las fronteras ideológicas. Donde cada voz cuente no como ruido en el debate, sino como representación activa de necesidades reales.
Imagino organizaciones —desde empresas hasta naciones enteras— donde podamos pivotear ideas, contrastar propósitos y trabajar en equipo hacia una dirección común, tal como lo hacemos en nuestros mejores momentos de colaboración, pero escalado a la humanidad completa.
Cuando ese día llegue —y llegará si luchamos por ello— no será un voto político tradicional. Será el voto universal del cuidado. Una decisión colectiva que trascienda fronteras, lenguas y religiones, para declarar que:
- Ningún niño duerme en la calle
- Nadie muere por falta de medicinas
- Ninguna voz queda fuera del algoritmo
- Todos tienen algo que comer
- Todos tienen donde dormir
- Todos tienen acceso a internet
- Todos tienen seguridad
Facundo Cabral decía que «podemos hablar de metafísica porque ya hemos comido». Yo creo que será en ese día —cuando el hambre esté saciada y la dignidad garantizada— que la humanidad podrá hablar de su verdadera metafísica. No como evasión de la realidad, sino como expresión suprema de lo que significa vivir con propósito.
Será entonces cuando podremos explorar juntos las preguntas más profundas de nuestra existencia, no desde la supervivencia, sino desde la plenitud. Cuando la tecnología no sea una herramienta de control o consumo, sino un instrumento de florecimiento colectivo.
Este no es solo un sueño tecnológico, es un manifiesto propositivista que imagina un mundo donde:
Los algoritmos conocen nuestras necesidades más profundas y trabajan incansablemente para satisfacerlas.
Los datos no son extraídos para beneficio corporativo, sino que fluyen para crear un mapa viviente de la humanidad donde el dolor no es ignorado y el bienestar no es privilegio.
Las plataformas digitales no nos manipulan hacia el consumo, sino que nos empoderan hacia la participación real en la construcción de nuestro destino común.
La información no se acumula en silos privados, sino que se convierte en inteligencia colectiva al servicio del cuidado mutuo.
Querida humanidad del futuro, te escribo esto no como predicción, sino como invitación. Como semilla plantada en el presente para que florezca en tus días.
Cada línea de código que escribimos hoy, cada algoritmo que diseñamos, cada dato que recolectamos, cada voto que emitimos, puede ser un paso hacia ese mundo donde la tecnología nos sirve verdaderamente, donde los gobiernos nos escuchen realmente, donde ninguna necesidad básica quede sin atender.
Este es nuestro censo del cuidado: no solo contar quiénes somos, sino asegurar que todos estemos bien.
Si estás leyendo esto en un mundo donde cada voz cuenta, donde cada necesidad importa, donde cada persona florece, entonces sabes que lo logramos. Sabes que la utopía no era imposible, solo requería que nos atreviéramos a imaginarla y luego a construirla.
Y si aún estás en el camino hacia ese mundo, como yo lo estoy ahora, entonces esta carta es también para ti: sigamos construyendo juntos.
El futuro nos espera, y está en nuestras manos hacerlo extraordinario.
Si este mundo aún no existe, que esta carta sea entonces la chispa. Y si ya existe, que sea el testimonio de que un día alguien lo soñó con todo el corazón.
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