«No hay revolución sin visión. Y no hay visión sin haber probado el sabor de lo posible.» Oscar Memo Acosta
Vivimos en una época de abundancia vacía. Byung-Chul Han diagnostica con precisión la paradoja de nuestro tiempo: una sociedad del rendimiento que nos ha convertido en «empresarios de nosotros mismos», agotados por la hiperpositividad pero carentes de sentido profundo¹. David Graeber documenta cómo proliferan los «trabajos de mierda» —empleos que sus propios ejecutores consideran absurdos— mientras las tareas verdaderamente necesarias permanecen desvalorizadas². Esta crisis no es solo económica o política; es teleológica. Hemos perdido la capacidad colectiva de preguntarnos para qué hacemos lo que hacemos.
El Propositivismo surge como respuesta a esta crisis del propósito. No es una filosofía más sobre cómo organizar la sociedad, sino un marco para recuperar la dimensión teleológica de la acción humana. Propone reemplazar las estructuras obsoletas por sistemas donde cada idea, tecnología o institución debe tener un propósito real, evaluable y humanamente significativo.
Este ensayo desarrolla una genealogía conceptual del Propositivismo a través del diálogo entre Max Stirner y Karl Marx, dos pensadores aparentemente irreconciliables cuyas tensiones, argumentamos, contienen las semillas de una nueva forma de organización social. El objetivo no es reducir sus diferencias, sino usarlas como combustible para delinear una filosofía transformadora que trascienda tanto el individualismo radical como el colectivismo determinista.
Max Stirner nos recuerda que la mayor opresión no viene de estructuras visibles, sino de los «fantasmas» que habitan nuestras mentes: ideas fijas como «Dios», «la nación», «el deber» o incluso «el hombre». Estas abstracciones toman poder sobre nosotros y nos enajenan de nuestra propia unicidad³. Su propuesta es radical: disolver, consumir, aniquilar todo lo que nos posea para volver a poseernos.
El yo, para Stirner, es una «nada creadora», un remolino que no debe congelarse en ninguna identidad fija. Las relaciones, incluso con las ideas, deben ser constantemente renovadas, como si cada pensamiento fuera un alimento que se mastica y se digiere, no una verdad eterna que se venera. Este nihilismo operativo representa una forma de insurrección: una emancipación individual, no programática, no dogmática, que parte del rechazo radical de lo impuesto.
Marx, aunque también denuncia los fantasmas ideológicos, pone el énfasis en lo material: el fetichismo de la mercancía no es solo mental, sino una expresión de relaciones sociales reales que alienan al trabajador de su producción⁴. Para él, el individuo no existe al margen del tejido social; lo que entendemos como «yo» es el resultado de una red de relaciones de clase, trabajo y cultura.
Su crítica a Stirner es doble: lo acusa de representar los intereses de la pequeña burguesía y de seguir atrapado en el idealismo⁵. Sin embargo, en los momentos más luminosos de su obra, Marx no niega la individualidad, sino que la vincula al concepto de individuos asociados: personas que, al tomar conciencia de su situación, cooperan libremente para crear una nueva realidad común.
«El libre desarrollo de cada uno es la condición para el libre desarrollo de todos.» — Manifiesto Comunista
El Propositivismo surge como una síntesis activa entre estos dos polos. Recoge la fuerza disolutiva del egoísmo stirneriano y la necesidad estructural del materialismo histórico, pero los trasciende al introducir un elemento vital: el propósito consciente.
Para el Propositivismo, el ser humano no es solo una nada creadora (Stirner), ni solo un producto de condiciones materiales (Marx). Es un ser en proyecto, cuya identidad se forma y transforma al comprometerse con un propósito que tiene raíces personales pero ramificación colectiva. Aquí, el propósito funciona como ancla móvil, no como identidad fija.
El propósito consciente se vuelve operativo cuando se traduce en mecanismos concretos de organización social:
- Indicadores de propósito: Variables cuantitativas y cualitativas que miden el impacto humano, ecológico y cultural de una acción o decisión. Van más allá de la rentabilidad para incluir cohesión social, sentido de pertenencia, niveles de autoconocimiento colectivo y satisfacción de necesidades no materiales.
- Contratos simbióticos: Acuerdos entre individuos o grupos donde el propósito compartido es parte del contrato —no solo los resultados o recursos—. Aquí se integra el «para qué» como cláusula central, creando vínculos que trascienden el intercambio puramente económico.
- Protocolos de reflexividad periódica: Círculos de revisión donde los integrantes confrontan si sus acciones siguen alineadas con el propósito inicial. Una especie de «asamblea de sentido» que previene la burocratización y la deriva institucional.
- Transparencia teleológica: Toda decisión organizacional debe responder públicamente a la pregunta «¿sirve al propósito original?» Esta transparencia puede ser auditada por los miembros o incluso por sistemas algorítmicos diseñados éticamente.
Hartmut Rosa propone que una sociedad justa no se mide solo por la distribución de bienes sino por la capacidad de sus miembros de «resonar» con el mundo⁶. El Propositivismo adopta esta intuición: el propósito consciente crea espacios de resonancia donde la acción individual y la transformación colectiva se alimentan mutuamente.
Esta resonancia se distingue de la mera coordinación funcional. No se trata solo de que las partes encajen, sino de que vibren juntas en una frecuencia compartida. Cornelius Castoriadis llamaría a esto la dimensión imaginaria de la institución social: la capacidad de una sociedad de crear nuevas formas de ser y de sentido⁷.
El Propositivismo no es una fantasía utópica. Ya existen comunidades y organizaciones que experimentan con principios similares:
- ZEGG (Alemania) y Tamera (Portugal) representan comunidades intencionales que articulan vida en común, eco-tecnología, autoconocimiento y sistemas de gobernanza no coercitivos basados en confianza y propósito compartido⁸.
- Enspiral (Nueva Zelanda) ha desarrollado una red colaborativa que prioriza proyectos con propósito social y organiza la toma de decisiones mediante estructuras distribuidas y herramientas tecnológicas como Loomio y Cobudget⁹.
- Tantuyo (México) funciona como laboratorio social enfocado en interacciones significativas, justicia comunitaria y economía simbólica. Su uso de tokens («Tuyos») como mediadores de intercambio no monetario ejemplifica cómo operacionalizar el valor más allá del mercado tradicional.
Diferencias con organizaciones tradicionales
Una protopía propositivista se distingue de una cooperativa tradicional en aspectos fundamentales:
Cooperativa tradicional | Protopía propositivista |
Basada en propiedad colectiva de medios | Basada en co-construcción de fines conscientes |
Gobernanza democrática (1 persona = 1 voto) | Gobernanza por grado de compromiso con el propósito |
Enfocada en producción y reparto justo | Enfocada en cultivo de sentido además de lo material |
Evaluada por rentabilidad social/económica | Evaluada por coherencia entre medios, fines y cultura |
Replica estructuras organizativas tradicionales | Se rediseña como laboratorio social flexible |
Stirner diferenció entre revolución (cambio externo de estructuras) e insurrección (liberación interna del individuo). El Propositivismo ofrece una tercera vía: la protopía.
La protopía no es utópica ni meramente reformista. Es una realidad en prueba, un espacio de ensayo que ya vive las formas del mundo que quiere manifestar. Es un laboratorio social donde se mide el bienestar generado, la coherencia entre medios y fines, y la transparencia del proceso. En ella, el propósito funciona como nuevo contrato social.
No se quema la casa; se remodela planta por planta. El Propositivismo se distancia así del nihilismo stirneriano pero conserva su impulso disolutivo como fase inicial en el proceso de creación colectiva. La insurrección propositivista no necesita derrocar gobiernos ni destruir instituciones. Comienza cuando un individuo despierta a una vida con sentido. Cuando un barrio, una colonia, un centro cultural, deja de obedecer lo absurdo y empieza a organizarse para lo justo. Cuando el propósito deja de ser una aspiración personal y se vuelve estándar colectivo.
En lugar de la «unión de egoístas» stirneriana, el Propositivismo propone una alianza de individualidades con propósito: personas que se unen desde su autonomía, pero bajo una causa compartida que trasciende sus intereses inmediatos. El propósito actúa como pegamento social sin cristalizar la singularidad individual.
«No se trata de luchar por el derecho a ser libre, sino de construir el mundo donde esa libertad ya se practica.»
Esta es la diferencia crucial: mientras las revoluciones modernas buscaron tomar el poder para transformar la sociedad, la insurrección propositivista crea espacios donde las nuevas formas de vida ya son posibles. Cuando estos espacios se multiplican y conectan, el propósito se vuelve cultura. Y la cultura, poder. La verdadera insurrección comienza cuando el yo se desidentifica de sus fantasmas, cuando se encuentra con el otro no para competir sino para construir, y cuando esa construcción se vuelve visible, contagiosa y deseable.
El Propositivismo hereda de Stirner la valentía de disolver toda verdad muerta y de Marx la urgencia de transformar las condiciones materiales de la existencia. Pero aporta algo nuevo: la posibilidad de recrear el mundo desde el propósito compartido, operacionalizado en estructuras concretas que pueden medirse, evaluarse y mejorarse. En un momento histórico donde la crisis del sentido amenaza con convertir la abundancia material en desesperación existencial, el Propositivismo ofrece una alternativa: sociedades que se organizan conscientemente en torno al cultivo del propósito humano.
«Toda revolución empieza como una conversación.»
Oscar Memo Acosta
Notas
¹ Han, Byung-Chul. La sociedad del cansancio. Herder, 2017.
² Graeber, David. Bullshit Jobs: A Theory. Simon & Schuster, 2018.
³ Stirner, Max. The Ego and Its Own. Cambridge University Press, 1995.
⁴ Marx, Karl. El Capital, Volumen I. Siglo XXI, 2017.
⁵ Marx, Karl y Engels, Friedrich. La ideología alemana. Akal, 2014.
⁶ Rosa, Hartmut. Resonance: A Sociology of Our Relationship to the World. Polity Press, 2019.
⁷ Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria de la sociedad. Tusquets, 2013.
⁸ Documentación disponible en www.zegg.de y www.tamera.org
⁹ Kaye, Alanna Irving y otros. «Enspiral: A DIY Guide to Collaborative Funding». Medium, 2016.
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